CUENTOS

Recogemos diferentes cuentos que hacen referencia a nuestro Proyecto de Animación a la Lectura: La Alimentación Saludable.


* LAS PRIMERAS FRESAS

Hace mucho tiempo, cuando el mundo era nuevo, el Creador
hizo a un hombre y a una mujer. Los hizo a la vez, para que
ninguno de los dos estuviera solo. Ellos se casaron y
vivieron juntos y fueron felices durante mucho tiempo.
Luego, una tarde, el hombre volvió a casa de cazar y vio que
la mujer aún no había empezado a preparar la comida.
Estaba fuera recogiendo flores.
El hombre se enfadó.
- ¡Tengo hambre! – dijo en tono irritado-. ¿Acaso esperas que
coma flores?
La esposa entonces se enfadó también. Quería disfrutar de la
belleza de aquellas flores con su marido. Para eso las había
recogido.
- Tus palabras me ofenden- le dijo. No voy a seguir viviendo
contigo.
La mujer se volvió hacia el Oeste y se encaminó hacia el sol.
Su marido la siguió, pero ella caminaba demasiado deprisa.
No podía alcanzarla. La llamó a voces, pero ella no le oyó. Él
se apresuró cuanto pudo, pero su esposa era mucho más
ligera.
El sol observó al marido seguir a su esposa. Y vio la tristeza
del hombre y se apiadó de él.
- ¿Sigues enfadado con tu esposa? – preguntó el sol.
- No – contestó el hombre-. Fui un estúpido dejándome
arrastrar por la cólera. Pero no puedo alcanzarla para decirle
que lo siento.
- Entonces te ayudaré- dijo el sol.
El sol iluminó la Tierra con su luz delante de la mujer. Y allí
donde la luz resplandecía, crecieron las frambuesas. Estaban
maduras y parecían apetecibles, pero la mujer no se fijó en
ellas y siguió caminando.
El sol volvió a intentarlo. Brilló y crecieron los arándanos.
Resplandecieron a la luz del sol, pero la mujer no se fijó en
ellos. Siguió caminado hacia el Oeste, alejándose cada vez
más de su marido.
El sol lo intentó entonces por tercera vez. Y allí donde sus
rayos tocaron la Tierra, crecieron las moras. Eran oscuras y
grandes, pero mucho más grande era la cólera de la mujer,
que no se fijó en ellas.
Por fin, el sol se esforzó al máximo. Iluminó la hierba delante
mismo de los pies de la mujer y aparecieron las fresas.
Brillaban como fuego en la hierba y la mujer tuvo que
pararse al verlas delante.
Se arrodilló, arrancó una y la mordió. Nunca había probado
una cosa igual. Su dulzor le recordó lo felices que habían
sido ella y su marido antes de reñir.
- Tengo que recoger algunos de estos frutos para mi marido-,
se dijo, y se puso a recoger fresas.
Y todavía estaba recogiendo fresas cuando el hombre la
alcanzó.
- Perdóname, perdona mis palabras ofensivas- le dijo el
hombre.
Y ella la respondió compartiendo con el dulzor de las fresas.
Y de esta forma vinieron al mundo las fresas.
Hoy día, cuando los cheroquis comen fresas, recuerdan que
tienen que ser siempre amables unos con otros; recuerdan
que la amistad y el respeto son tan dulces como el sabor de
las fresas rojas en sazón.